martes, 4 de junio de 2013





GEOGRÁFICAMENTE LAS  4 ETNIAS COLOMBIANAS 

INDÍGENAS
Nosotros consideramos que el Estado colombiano y el Gobierno Nacional, no protegen, ni garantizan nuestros derechos y se erigen como nuestros victimarios o cómplices de terceros.
Ese es nuestro conflicto, de ahí se deriva el genocidio que enfrentamos y la tragedia humanitaria que nos corresponde sobrellevar. Sin embargo para el Gobierno Nacional y así lo pregona ante la comunidad internacional, los pueblos indígenas disfrutamos a plenitud de nuestros derechos y tenemos garantizado y protegido nuestro futuro. Por lo mismo califica nuestra protesta y movilización social como actos de terrorismo que buscan desestabilizar el estado. Así caracterizamos los pueblos indígenas colombianos al Estado protector que se vende a nivel internacional para atraer capitales de inversión:

AFRO
La población negra de Colombia se constituye con los descendientes de africanos de las etnias provenientes del Africa ecuatorial, esclavizados y traídos a América desde la época de la Colonia, en el siglo XVI. Su llegada tiene lugar dentro de los inicios del capitalismo mundial, cuando la colonización europea introduce esclavos en el continente americano para la explotación de materias primas como el algodón, azúcar, arroz, tabaco entre otros. Ingresan legalmente al país por Cartagena de indias, haciendo parte de la trata de negros, en un mercado dominado por Holandeses y Portugueses; como contrabando, llegan por el Litoral Pacifico a Buenaventura, Charambirá y Gorgona, o por el Atlántico a las costas de Riohacha, Santa Marta, Tolú y el Darién.
Los afro colombianos fueron el único grupo poblacional sometido a la trata trasatlántica y a la esclavitud., dos fenómenos que marcaron las relaciones entre los distintos grupos poblacionales en Colombia, produciendo asimetrías significativas expresadas en procesos de invisibilidad y discriminación que se expresan claramente en una ausencia de igualdad de oportunidades con respecto al resto de la población nacional.


ROM 


En Colombia la mayoría de los rom pertenece a familias de tres o cuatro generaciones en el país, lo cual indica que la gran migración europea se desarrolló probablemente hacia la mitad del siglo XIX. Desde esa fecha hasta hoy, exceptuando los grupos familiares que llegaron a causa de las dos conflagraciones mundiales, no se han presentado desplazamientos intercontinentales significativos.

Hay una gran dificultad para acceder a fuentes escritas queden cuenta de los antecedentes históricos del pueblo rom en Colombia, sin embargo Prorom cree que existen referencias escritas sobre los rom camufladas y escondidas en otros nombres y etnónimos. No obstante, es claro que por ser un pueblo ágrafo, la historia de los rom debe reconstruirse a partir de la utilización de la tradición oral que se encuentra depositada en la memoria de los hombres y mujeres de mayor edad que habitan las diferentes kumpeniyi.

Para la historia más reciente, las fotografías y documentos de identidad que existen en casi todas las familias rom pueden aportar elementos interesantes y desconocidos sobre la historia de los rom. Como en la mayoría de los asentamientos rom en casi todos los países del mundo, el pueblo rom de Colombia también tiene un contenido heterogéneo. Sin embargo, pese a estas diferencias, se puede afirmar que en este contexto se es rom “por derecho de nacimiento”, es decir por compartir una serie de elementos culturales comunes que llenan de contenido su etnicidad y los diferencian notablemente del resto de sus conciudadanos.

Los escasos estudios lingüísticos dedicados a los rom de Colombia ponen de manifiesto que, en términos generales, son bilingües porque además del romanés hablan el castellano, “reproduciendo fielmente las estructuras y los conceptos propios de la misma, sin parafrasear la lengua materna” (Villa Mejía, 1986).

Entre los rom residentes en Colombia existen varios subgrupos entre los que se pueden mencionar los Bolochoc, los Boyrás, los Churon, los Jhánes, los Langosesti y los Bimbay, entre otros clanes y linajes, quienes tal vez para poder pasar desapercibidos entre sus compatriotas y para todos los asuntos con el Estado colombiano suelen llamarse con apellidos como Gómez, Mendoza, Cristo, Romero, Demetrio o Churón. Así mismo, los rom de Colombia pertenecen mayoritariamente al grupo de los kalderash, esto es, caldereros, cuya tradición por cierto ya casi nadie practica entre ellos. Los estimativos más recientes realizados por Prorom señalan que la población rom de Colombia puede llegar aproximadamente a 2.500 personas en todo el país. Esta comunidad se ha establecido en las distintas kumpeniyi.

En Colombia se pueden identificar varias de ellas, que son la asociación de grupos familiares que establecen alianzas para compartir una vida en comunidad, y se localizan en las siguientes ciudades: Bogotá, (en los barrios Galán, San Rafael, Mar-sella, La Igualdad, La Floresta, La Primavera, Puente Aranda, Bosque Popular, San Fernando y Bosa); Girón ( barrio El Poblado);Cúcuta (barrios Juan Atalaya, Los Comuneros, Chapinero, La Victoria y Motilones); Cali (barrio Alfonso López); Envigado (barrios Obrero, La Magnolia, Portal y Las Flores); Sampués (barrios Balcones del Río, El Carmelo, Doce de Octubre y El Tamarindo); Santa Marta (Gaira); Fusagasuga (Balmoral); El Espinal (La libertad); Cali (Alfonso López).

De estas kumpeniyi las más importantes por su número de familias y representatividad son las de Bogotá, Girón y Cúcuta. Quince años atrás una de las kumpeniyi más importante era la de Itagüí pero a causa de la violencia producida por el narcotráfico, la mayoría de familias rom se desplazaron a otras ciudades. La kumpania establecida en el municipio de Dos Quebradas (Risaralda), tal vez una de las más grandes del país, fue dispersada; sus miembros se vieron forzados a emigrar a otras ciudades del país y un número importante a Panamá. La incesante violencia que azota a Colombia está generando en los últimos años un fenómeno de desplazamiento importante hacia las fronteras del país.

En particular es numeroso el grupo de familias rom que ha migrado a Venezuela, o está en proceso de migración; además la precarización de las actividades económicas tradicionales (forja de cobre, comercio de ganado equino, comercio de artículos de cuero) dentro del territorio nacional a causa de la dificultad de desplazamiento, influyó en la búsqueda de territorios más propicios fuera del país. Prorom estima que en los últimos cinco años más de doscientas familias se han trasladado permanentemente a territorio venezolano. Como ha sido una constante en el mundo, la itinerancia del pueblo rom no es soportada por la sociedad mayoritaria y en todo lugar se les ha forzado al asentamiento definitivo y a una suerte de empadronamiento.

En Colombia este proceso se acentuó entre los años 1969 y 1973. A partir de ese periodo el pueblo rom empezó a dejar sus formas tradicionales de alojamiento para empezar a construir viviendas generalmente ubicadas en barrios populares. Esto en verdad poco ha influido en el ánimo itinerante que caracteriza al pueblo rom, que se desplaza desde sus sitios de base hacia otros núcleos que los reciben y les permiten trabajar para ganarse la vida.



RAIZALES

Colombia siempre sostuvo que la frontera marítima era el delimitado por meridiano 82, es lo que propuso Nicaragua antes de ratificar el acto, es también lo que ambos países han respetado cómo territorio marítimo propio desde el perfeccionamiento del tratado en 1930, ejerciendo jurisdicción cada cual en su lado de la línea que establecieron.

Nunca estuvo en disputa ninguna de las posesiones que pertenecen al archipiélago, ni Serrana, ni Roncador, ni Quitasueño, porque todo quedó  claro que era un asunto pendiente entre los Estados Unidos y Colombia, que definimos en 1972.

Sin embargo, la Corte de la Haya fraccionó el tratado de 1928 y Colombia ante eso varió su posición inicial para coincidir con la pretensiones de Nicaragua en cuanto a la adopción de la línea media para establecer la nueva delimitación en sus fronteras de mar.


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